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 2706-5421

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Óscar Picardo

Suerte…

Tres aspectos definen la “suerte” de un individuo: 1) El sistema de creencias; 2) El sistema reticular activador ascendente del cerebro; y 3) El contexto en dónde naces, creces o vives. Profundicemos un poco más en estos tres elementos que definen el presente y para muchos el “destino”.

El sistema de creencias -la cosmovisión, sistema de ideas y principios- nos permite interpretar, codificar y decodificar lo que nos sucede; es como un “baremo” que establece los patrones positivos y negativos, define lo bueno, lo malo, lo aceptable y lo inaceptable.

El sistema reticular activador ascendente o filtro reticular es una región amplia del cerebro que incluye a la formación reticular y sus conexiones, responsable de la regulación del estado de vigilia o estado de alerta; este sistema condiciona las percepciones. Por ejemplo, si estás pensando adquirir un vehículo de determinada marca, los comenzarás a ver más de lo habitual, filtrando todo de un modo más selectivo captando lo que te interesa.

El contexto en dónde naces, creces y vives, desde la perspectiva socio-económica es una condicionante crítico; a veces influye otras veces determina, dependiendo de la fortaleza emocional y de la resilencia cerebral, este contexto puede ser una barrera infranqueable o un desafío a superar.

¿Qué es la suerte…? Según la RAE se trata de una circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable o adverso a alguien o algo lo que ocurre o sucede. También es interpretada como causa o fuerza que supuestamente determina que los hechos y circunstancias imprevisibles o no intencionados se desarrollen de una manera o de otra.

La suerte puede ser interpretada bajo dos lógicas: positiva o negativa ante un suceso poco probable. Hay por lo menos dos acepciones a los que se puede referir cuando se utiliza el término, en los que varían desde percibir suerte como una cuestión del “azar”, hasta atribuir a explicaciones de fe o superstición, como la organización sobrenatural de los sucesos afortunados y desafortunados.

Hay gente que cree en el “destino”, es decir que los hechos y acciones están determinadas por una fuerza superior o sobrenatural, bajo el adagio popular: “ni una hoja se cae de un árbol sin la voluntad divina”. Esto ha sido construido desde movimientos religiosos y así han surgido las ideas de “karma”, “tao”, “providencia” o “predestinación”.

En el cristianismo occidental la predestinación (protestante) o providencia (católica) han definido en gran medida el destino de las naciones, generando un determinismo de la justicia, la política o la economía. Ideas arcaicas como la expuesta en Romanos 13,1 “toda autoridad viene de Dios” ha justificado y normalizado regímenes autoritarios; también despreciar la justicia terrena porque hay una justicia divina, o creer que hagas lo que hagas ya estás salvo o condenado, son algunos ejemplos del uso perverso de la predestinación o de la providencia.

La Doctora Marian Rojas Estapé es una destacada psiquiatra española que se ha dedicado a estudiar desde el punto de vista científico la suerte, repite con rigor la frase de Pasteur: “La suerte favorece a las mentes entrenadas”; esto significa que la interpretación de los hechos de tu vida dependerán de tu madurez y de tu educación.

Personas con limitada educación son las que más tienden a creer en la buena o mala suerte, o buscan explicaciones trascendentes ante hechos fortuitos o irresponsables. ¿Estar en el momento o lugar equivocado es un asunto de buena o mala suerte?, digamos que son simplemente circunstancias y que no hay una mente maquiavélica que juega a los dados con las biografías de cada uno.

Estudiar más o trabajar más duro disminuirá progresivamente las opciones de mala suerte. Pero aunque hayas sido un ciudadano ejemplar tú o tu hijo podrán tener un accidente fatal o padecer cáncer; ¿esto es mala suerte?, ¿es un plan misterioso de Dios?; sin lugar a dudas no, es parte de la naturaleza y vulnerabilidad humana. Somos fuertes y a la vez frágiles, nos pasan cosas.

Detrás de cada persona hay una historia genética, familiar, educativa y cultural. Nacer, crecer y vivir en un entorno de pobreza y exclusión podrá suponer dos puntos de vista: a) Acepto y normalizo la situación; o b) Trabajo duro para cambiar la realidad. Los seres humanos solemos ser más cómodos, terminamos aceptando y normalizando la realidad para luego recurrir a interpretaciones adaptativas: mala suerte, lugar equivocado, planes divinos, etcétera.

El cuento de Anthony de Mello “Buena suerte o mala suerte ¿Quién sabe?” refleja muy bien las vicisitudes de enfrentar e interpretar los hechos negativos de la vida, buscando conclusiones alternas positivas. Es muy probable que detrás de cualquier hecho contraproducente podamos encontrar algo favorable. Es un asunto de lectura, de creencias, de cómo podemos enfrentar la vida.

El psicólogo Richard Wiseman estableció cuatro reglas contra la mala suerte: 1.- Crea oportunidades y aprovecha las que surgen por casualidad. 2.-  Toma decisiones haciendo caso a tu intuición. 3.- Ten expectativas positivas de forma que llegues a profecías autocumplidas, aquellas que se hacen reales por el mero hecho de creerlas. 4.- Mantén una actitud resiliente. Es decir, ve el vaso medio lleno y transforma lo negativo en positivo.

El matemático John Nash afirmaba: “No, no creo en la suerte, pero sí en asignar valor a las cosas…”; creo que sería más justo y coherente hablar de “probabilidades”; una de las características más especiales de los seres humanos, es nuestra capacidad de “predicción”, de anticiparnos a los acontecimientos que van a ocurrir. A veces fallamos, pero otras muchas no. La probabilidad es una medida de certidumbre que evalúa las posibilidades que existen de que una cosa suceda.

La suerte siempre será un refugio de la incompetencia, es el residuo de los designios, diría John Milton; el pretexto de los fracasados, agregaría Pablo Neruda. Valoremos mejor la vida en probabilidades, aleatoriedad, estudio y trabajo, seguro desaparecerá la buena o mala suerte.

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