Número ISSN |
 2706-5421

Balmore Pacheco
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Rolando Balmore Pacheco

Una educación que diseña futuros

“Aprender a Ser: El mundo de la educación hoy y mañana”, es el nombre del informe publicado por la UNESCO a principios de los años setenta, también conocido como el “Informe Faure”, en reconocimiento a su autor Edgar Faure, un destacado escritor, político y académico francés. En la carta de presentación del informe dirigida al Director General de la UNESCO, haciendo referencia a los postulados en que se sustenta la propuesta, Faure expresa: “la educación, para formar a este hombre completo (…) solo puede ser global y permanente, ya no se trata de adquirir, aisladamente, conocimientos definitivos, sino de prepararse para elaborar, a lo largo de la vida, un saber en constante evolución, y de aprender a ser”.

Veinte años más tarde, Jacques Delors (1994) en su informe a la UNESCO titulado “La Educación Encierra un Tesoro” retoma el postulado “Aprender a Ser” como uno de los cuatro pilares en los que deberá sustentarse la educación del siglo XXI, reconociendo la importancia de preparar a los niños para vivir en una sociedad incierta y desconocida, dotándolo de fuerzas y puntos de referencia intelectuales que le permitan comprender el mundo que le rodea y comportarse como un elemento responsable y justo, con libertad de pensamiento, de juicio, de sentimientos y de imaginación necesarios para que sus talentos alcancen la plenitud y ser artífices de su propio proyecto de vida. Los restantes pilares propuestos por Delors para la educación del futuro son: aprender a conocer, aprender a hacer y aprender a vivir juntos.

Casi medio siglo después, Gert Biesta (2021), en su artículo “Reclamar un futuro inexistente: El informe Faure, el humanismo de la UNESCO y la necesidad de liberación de la educación”, define la propuesta educativa de Faure como humanista y democrática, coincidiendo en que es necesario ofrecer una educación a lo largo de toda la vida, sin que este derecho a aprender esté ligado a fines económicos, en particular a una educación pensada exclusivamente en preparar al individuo para un empleo en el mercado laboral, proponiendo una relación concreta entre la educación y la sociedad, en la que se reconozca la integridad de la propia educación y en la que esta no se reduzca a un mero instrumento para llevar a cabo programas de inserción al mercado laboral, presentando argumentos en favor de la “liberación de la educación”. En este sentido, la crítica central de Biesta a los sistemas educativos es que estos se han reducido a un mero instrumento en favor de los modelos económicos existentes, en lugar de recuperar el “digno ethos” de la educación misma y de la propuesta humanista del informe de Faure, para lo cual es fundamental se trabaje hacia lo que llama la «emancipación de la educación”, en clara alusión al reduccionismo de los sistemas educativos por su rol reactivo y de respuesta a las demandas de los sectores empresariales.  

Sin duda, definir la prospectiva de la educación -con miras al diseño del futuro deseado- ha sido objeto de preocupación de políticos, académicos y organismos internacionales en los últimos 50 años, tarea desde luego sumamente compleja. A este respecto, Alain Michel (2002) señala que “dentro de un mundo en constante cambio, tanto los responsables de la política educativa como todos los actores y miembros de la escuela deben tener una visión prospectiva, es decir, una idea a medio y largo plazo (…), tanto para la sociedad en su conjunto como para los contenidos y los procesos de aprendizaje y enseñanza”. De acuerdo con Michel, el concepto de educación prospectiva es atribuible a Gaston Berger (filósofo francés), quien en los años cincuenta del siglo pasado, mediante una metáfora explicaba la necesidad de una visión a largo plazo en un mundo que se transforma rápidamente, diciendo que “para conducir un automóvil de noche se necesitan faros que iluminen en la distancia, mientras que la velocidad de un caballo no precisa mas que de una linterna”.

De allí que, ante una realidad en permanente y acelerado cambio, se haga necesario estudiar el futuro de la educación y proyectarla con una perspectiva a medio y largo plazo. A su vez, se requiere -bajo un enfoque prospectivo- interpelar uno de los argumentos más aceptados al planificar los sistemas educativos y al que Michel se refiere como la “extensión del modelo de mercado”, que parte de una insatisfacción del mundo empresarial sobre los productos del sistema educativo, planteando demandas de formación que las instituciones educativas deben satisfacer, particularmente a las de enseñanza secundaria y superior, constituyéndose en un atentado al “digno ethos” y a la “liberación de la educación” (G. Biesta, 2021).

Pero, ¿cómo replantear los sistemas educativos para que diseñen futuros desde una perspectiva democrática y coherente con el “ethos” de la educación? Intentado responder a esta pregunta es clave que las instituciones educativas se “emancipen” de esas fuerzas del mercado y trabajen a partir de la búsqueda de un equilibrio entre las expectativas de desarrollo económico y las de desarrollo humano, ambas indispensables para una educación del futuro capaz de propiciar que cada persona pueda elegir y construir su propio proyecto de vida, no a espaldas de una realidad, sino al servicio de la transformación de esta y del desarrollo humano, lo que requiere de propuestas educativas valientes y visionarias.

En esa línea de búsqueda de una propuesta educativa emancipada y que diseñe futuros, es importante hacer las acotaciones siguientes:

1) Los centros educativos deben ser perseverantes y congruentes con sus ofertas educativas, pues si estas son consistentes y razonables, terminarán imponiéndose ante la demanda.

2) En complemento con lo anterior, las ofertas educativas deben construirse democráticamente, facilitando una participación que permita aglutinar las diversas expectativas de los implicados, más allá de demandas espurias del clientelismo y la mediocridad.

3) Las ofertas educativas deben ser comunicados, asegurándose que estas sean comprendidas y aceptadas, particularmente por los estudiantes y docentes.

4) La oferta educativa debe permear todos los elementos del hecho pedagógico, evitando tensiones excesivas en uno o algunos de sus componentes (generalmente el docente, a quien se le exige mucho y se le brinda poco apoyo), por lo que deberá permear todo el sistema escolar o universitario.

5) La oferta educativa debe ser flexible y adaptable en tiempo, espacio y contenidos, cuidando el rigor académico y la calidad de la formación.

6) En congruencia con el punto anterior, la oferta educativa debe facilitar diversidad de formas y medios para aprender, en la que el valor más que estar en el método de aprendizaje, esté en el resultado que se logra en términos de habilidades o capacidades desarrolladas, por lo que deberá darse libertad para elegir el camino por el cual transitar, siempre que se llegue al destino deseado.

7) Las ofertas educativas deben ser abiertas, rompiendo con las habituales barreras horizontales y verticales, permitiendo que los cursos, pensum, planes de estudio, niveles, carreras o grados académicos se traslapen, pudiendo los estudiantes en función de sus capacidades movilizarse en ambos sentidos.

8) De igual forma, las ofertas educativas deben romper con la tradicional estandarización de tiempos (años, meses y horas) como garantía de aprendizaje, flexibilizándose estos en función de las diversas capacidades y realidades de los estudiantes.

9) Las ofertas educativas deberán extender los espacios de aprendizaje más allá del aula, el taller o el laboratorio (desescolarización de la educación, Iván Illich, 1970), posibilitando que diversos espacios sociales contribuyan a la formación de la persona.

10) Las ofertas educativas deben ampliar las oportunidades de formación, más allá de los niveles educativos convencionales (enseñanza básica, media y superior) y diseñar sistemas articulados y progresivos de educación continua (certificaciones por ejemplo) que hagan del aprendizaje un evento a lo largo de toda la vida.

Finalmente, debe señalarse que la educación con visión prospectiva, que diseñe futuros, requiere de políticas con visión de largo plazo, que supere la mirada cortoplacista que habitualmente se ha tenido en educación, en donde la respuesta a demandas inmediatas y urgentes han concentrado los esfuerzos y recursos de los sistemas educativos. Construir un sistema educativo con visión de futuro requiere del apoyo estatal, expresado en voluntad política para construir consensos en temas de interés nacional, en el manejo transparente de la información que sustente la toma de decisiones, en el fomento de la investigación educativa, en la adecuación del marco jurídico y en la construcción de propuestas a partir de procesos colaborativos, priorizando el saber técnico y los intereses de país, por sobre las conveniencias de sectores o actores particulares.

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