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Óscar Picardo

¿Y si eliminamos las notas…?

Siempre me ha costado comprender el significado de un 5.9 o de un 9.5, esas décimas de conocimiento son difíciles de explicar y argumentar y, obviamente se aplican a través de procedimientos aritméticos o estadísticos que no corresponden a la realidad y pueden afectar la vida de alguien.

En sistemas educativos más avanzados se utilizan letras y signos; por ejemplo, en Estados Unidos se aplica el modelo de calificaciones llamado «Grade Point Average«, conocido por sus siglas «GPA», basado en doce categorías.: A+, A, B+, B, B-, C+, C, C-, D+, D, D-, F; obviamente con las letras no hay aproximaciones ni fracciones de números y suele ser un poco más justo y menos discutible.

Pero puede haber otras categorías de evaluación más descriptivas y realistas, por ejemplo: Excepcional o sobresaliente, Notable, Apto, Insuficiente o Deficiente o Suspenso. Aquí no hay discusión ni pleitos por fracciones, es una situación y debe estar respaldada en evidencia.

No debemos olvidar -al hablar de notas- que la evaluación integral supone tres aspectos: 1.- medición cuantitativa (Measurement) y valuación cualitativa (Assessment), no se vale un solo punto de vista; 2.- que sea confiable y válida, que mida objetivamente lo que deba medir y de forma adecuada; y 3.- que integre todas las inteligencias y capacidades personales de los que están en el aula.

Las notas clásicas, del 1 al 10, al 20 o al 100 -según en cada país- obedecen a un sistema que busca simplificar los resultados y procesar volúmenes significativos de datos; ¿pero que significa que un estudiante reprobó con 5.90 una materia?, ¿cuál es o qué significa esas diez décimas de conocimiento que faltan?, ¿se dejaría operar por un médico que aprobó todas sus materias con 5.90 aproximado al 6.0?   

Llegamos al punto -poco discutido- sobre el “baremo de calidad”; resulta que un 10 no siempre significa lo mismo; en efecto, hay instituciones -o docentes- muy exigentes y otras muy laxos. Todos nos acordamos de aquel docente que casi nadie le saca 10 porque estaba reservado para su Olimpo y de aquel otro docente simpático y gregario que regalaba notas por cualquier cosa.

La calidad es un estándar y un acuerdo con un significado especial. Recuerdo una anécdota que nos contó en 2008 el destacado académico chileno Ernesto Schiefelbein: “En Japón a todos los docentes les enseñan como dar clases de natación…; es obvio, en este tipo de clases está claro el rol de quién enseña y quién aprende…; no te pueden dar copia…; no te pueden poner 5 o 6, o aprendes a nadar o de ahogas; no puedes decir que medio sabe nadar…”

Otra destacada profesora de Harvard que nos visitó en 2003, Elizabeth Imende, después de conocer algunas instituciones educativas me comentó: “Las clases en El Salvador son como un equipo de fútbol que entrenan, entrenan y nunca juegan el partido…”; efectivamente, nuestros estudiantes “conocen, pero no comprenden ni aplican lo que saben”; ¿cómo evaluar esto?

Mi estimado amigo Napoleón que enseñó en Corea del Sur me comentaba: “un niño o niña en Corea no sabe más o menos de lo que sabe un niño o niña salvadoreño (a); la diferencia es que los estudiantes coreanos saben qué hacer con el conocimiento, lo comprenden y aplican; el cambio el estudiante salvadoreño es muy teórico, no hace laboratorio y compra en la tienda las soluciones, y esto genera una cultura”. Esto me recuerda a las experiencias típicas de la enseñanza del inglés: Fui a Estados Unidos y nadie me preguntó si “The apple is on the table” o si “The window is open”…

El sistema educativo, las autoridades educativas, los padres y madres nos mal acostumbramos a convivir con el sistema de notas; criticamos una mala nota y aplaudimos una buena nota sin tener claridad sobre su real significado. El problema no es la nota, sino las capacidades reales, si aprendió o no, si puede pensar críticamente, si puede dudar, reflexionar.

Virginia Guichot-Reina (2015) nos recuerda: “En un tiempo de incertidumbre como el que vivimos, la educación corre el riesgo de perderse en un sinfín de propuestas sin que exista un debate riguroso acerca de una pregunta esencial para cualquier educador: ¿cuál es el modelo de persona y de sociedad por el que apuesta, y hacia el que se han de dirigir todas sus acciones educativas?”.

Ahí sigue vigente la Taxonomía de Bloom, la de 1956 y la actualizada en 2001: Conocer, comprender, aplicar, analizar, sintetizar y crear; o el enfoque de las capacidades de Martha Nussbaum, basada en la justicia social y en el bienestar individual. No debemos olvidar que no educamos para pasar Matemáticas, Ciencias Naturales, Estudios Sociales o Lenguaje y Literatura, sino que buscamos formar ciudadanos, en la casa, en la escuela, colegio o universidad.

¿Y Educación Física y Artes… son igual de importantes que Matemáticas, Física, Química o Biología?; para Sir Ken Robinson son igual o más importantes, para la mayoría no, suelen verse como aspectos extracurriculares. Mientras Picasso, Dalí, Botero, Cervantes, Cate Blanchett, Nadia Elena Comăneci o Rafa Nadal nos mirarían con sospecha…

En la vida real no se pasa con 5 o con 10, se hacen las cosas bien hechas, se piensa en las consecuencias, se toman decisiones, y la educación nos debe preparar para la vida y no para pasar materias.

Vale la pena, a estas alturas y en estos momentos de transformación digital revisar el equipaje de los sistemas educativos e intentar correlacionar lo que sucede en las aulas con la vida; ¿a quién en el trabajo les esconden los manuales para realizar una tarea…?

Albert Einstein afirmaba: «Los importantes problemas que enfrentamos hoy no pueden resolverse con el mismo nivel de pensamiento que teníamos cuando los creamos»; la educación debe cambiar, mejorar, superarse y responder a los desafíos actuales.

No sé si es descabellado o no eliminar el sistema de calificaciones que tenemos, o al menos reformarlo; lo cierto es que no nos dice mucho del tipo de ciudadanos que estamos educando. 

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

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