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 2706-5421

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Marvin Díaz

Las monitoras comunitarias que salvan vidas en El Salvador

Alertar para salvar vidas. Este es el compromiso de un grupo de mujeres de Ahuachapán, que están monitoreando las condiciones climáticas de sus comunidades. Ellas integran la Red de Observación Climática Comunitaria (ROCC), iniciativa que busca la prevención y mitigación de riesgos frente a eventos climáticos extremos.

Es octubre de 2022. Es una mañana lluviosa en el municipio de Guaymango. La tormenta Julia, depresión tropical que entró a El Salvador, golpeó fuertemente a este pueblo que se ubica entre las montañas del departamento de Ahuachapán, al occidente del país, a unos 96 kilómetros de la capital, San Salvador.

La intensa tormenta activó las alarmas en un grupo de mujeres que están encargadas de monitorear la cantidad de lluvia que cae sobre su municipio. El agua sobrepasó los límites en las cuatro estaciones pluviométricas que funcionan en varias comunidades de ese pequeño pueblo.

“Llovió por más de dos horas y el pluviómetro había marcado 30 milímetros. Había una amenaza de crecida sobre el río Cauta”, recuerda Sara Guardado, monitora y presidenta de la Asociación de Mujeres La Colmena, del municipio de Guaymango, organización comunitaria dedicada a defender los derechos de las habitantes y que trabaja por la conservación del medio ambiente.

Guardado y las demás monitoras alertaron sobre el desbordamiento del río Cauta, un cauce de agua que nace en la zona alta de Ahuachapán y desemboca en varias comunidades de la zona baja del municipio de Metalío, departamento de Sonsonate, siempre en el occidente del país.

“¡El Cauta se desbordó, peligro! Evacuen a las personas que viven a las orillas del río”, fue la alerta que escribió Guardado en un grupo de WhatsApp para las lideresas comunitarias de Metalío.

Las acciones no se hicieron esperar. Las mujeres que pertenecen al Comité Ambiental de Metalío (ASPROFEMA) lograron salvar la vida de dos adultos mayores y dos habitantes con discapacidad física que vivían en las riberas del Cauta. El desbordamiento del río destruyó las casas de las personas, según relató Guardado. 

Esa mañana, las alertas de las monitoras y la respuesta de las lideresas evitaron que cuatro personas de la comunidad perdieran la vida.

María de Jesús Barrera, del caserío El Porvenir, mide la cantidad de agua disponible que tiene su pozo de punta. Este monitoreo le ayuda a prepararse en tiempos de sequía y proveerse de agua a través de otros métodos. Foto: Emerson Flores

Siempre alertas

Alertar para salvar vidas. Este es el compromiso del grupo de mujeres de Ahuachapán, que están monitoreando las condiciones climáticas de sus comunidades. Ellas son las portavoces y las encargadas de comunicar las situaciones de emergencia por lluvias, inundaciones, desbordamiento de ríos, sequías y otros fenómenos hidrometeorológicos que afectan a las poblaciones.

Ellas pertenecen al sistema de monitoreo hidroclimático, iniciativa comunitaria que comprende varios monitoreos, entre ellos el biofísico, que consiste en inspeccionar el balance de agua dulce y salada de los manglares de Garita Palmera y la medición de los niveles de calor y humedad de los territorios a través del termohigrómetro. También consta de estaciones pluviométricas, donde se mide la cantidad de agua de lluvia y se verifica la calidad del agua de los pozos.

El sistema hidroclimático tuvo sus orígenes en varios cantones y caseríos costeros de Garita Palmera, municipio de San Francisco Menéndez, en Ahuachapán. Las comunidades del lugar están en constante riesgo debido a las lluvias, las inundaciones, las marejadas y los deslizamientos durante las épocas de invierno, según señalan múltiples informes y alertas emitidas por Protección Civil y el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN).

Fue en 2012 que agricultoras y pescadoras comenzaron a ser capacitadas para utilizar el pluviómetro, instrumento diseñado con una probeta, un vaso protector y un embudo, el cual sirve para medir la cantidad de agua de lluvia que cae en un lugar y un tiempo determinado. El grupo de mujeres era consciente de la necesidad de contar con un sistema que alertara a la comunidad de situaciones de riesgo, como lo recuerda María Magdalena del Cid, de 47 años, una de las primeras monitoras del caserío Bola de Monte.

Para 2014, ya funcionaban 10 estaciones pluviométricas en varias comunidades de San Francisco Menéndez. Según Asunción Martínez, responsable del proyecto de monitoreo climático y técnica de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), este sistema de monitoreo surgió luego de que las poblaciones identificaran lo vulnerables que eran ante la crisis climática y los fenómenos hidrometeorológicos.

Benigno Gómez, líder de ACMA, monitorea la salinidad del agua de los manglares de Garita Palmera. El monitoreo biofísico lo hacen para que la comunidad tome acciones de restauración de los ecosistemas de manglar. Foto: Emerson Flores

“Las y los liderazgos entendieron la importancia de registrar estas precipitaciones porque son conscientes de que hay una crisis climática. Ellos están visibilizando la vulnerabilidad de sus comunidades y generando información muy valiosa a través de datos científicos”, mencionó Martínez.

A partir de 2014 comenzaron a instalar estaciones pluviométricas en los municipios de Guaymango y Jujutla, en Ahuachapán; y Metalio y Acajutla, en Sonsonate. Según el registro de la UNES, existen 20 estaciones de monitoreo hidroclimático: 14 estaciones pluviométricas; 2 estaciones que miden la humedad y temperatura (termohigrómetro); tres estaciones que miden la humedad relativa, temperatura y punto de rocío (higrotermómetros); y una estación meteorológica.  

Además, existen nueve puntos de medición (zonas específicas) en los manglares de Barra de Santiago y Garita Palmera, que pertenecen sitios Ramsar, donde se realiza el monitoreo biofísico, según explicó Asunción Martínez.

Al frente de estas iniciativas comunitarias se encuentran trabajando 12 lideresas y 7 líderes que fueron capacitados por expertos climáticos de la organización nicaragüense Centro Humboldt. “Así, estas personas aprendieron a conocer el comportamiento de las nubes y de las tormentas, fueron capacitadas para utilizar instrumentos de medición del clima como el higrotermómetro, termohigrómetro, la cinta métrica y el pluviómetro”, añadió Guardado, monitora de Guaymango.

Porfirio Ángel Beltrán es uno de los monitores del caserío de Bola de Monte. Él cuenta con un pluviómetro para medir la cantidad de lluvia que cae en el territorio. Foto: Emerson Flores

La red comunitaria

En 2019, Sara Guardado, de 52 años, se integró al grupo de mujeres que monitorean el clima de la zona occidental del país. Guardado es parte de la Red de Observación Climática Comunitaria (ROCC), iniciativa creada para generar información científica para la prevención y mitigación del riesgo durante fenómenos climáticos extremos. En la red participan monitores que están al frente de las estaciones pluviométricas y de temperatura de la zona sur de Ahuachapán. Son hombres y mujeres que residen en comunidades cercanas a los ríos Paz, Cara Sucia, San Pedro Belén y el Aguacate. “Nosotras salvamos vidas, porque alertamos. El sistema de monitoreo climático es una herramienta de alerta temprana”, afirmó Guardado.

Los líderes y lideresas comunitarias de la ROCC son responsables de avisar de los peligros por inundación, desbordamiento de ríos, deslave de tierra, caída de árboles y marejadas. Dichas advertencias e información son compartidas a través de un grupo WhatsApp que tienen las comunidades para estar comunicadas, según explicó Lucía Medina, una joven monitora del caserío El Castaño y vicepresidenta del Comité de la Microcuenca El Aguacate (ACMA).

“Para estar comunicados con las zona alta, media y baja, lo hacemos a través del grupo de WhatsApp, donde informamos sobre la cantidad de agua cuando llueve. También, se hacen carteles y boletines para que toda la comunidad se pueda enterar de la situación climática”, comentó la joven lideresa de 29 años.

Medina detalla que durante las épocas de invierno registran en una bitácora las cantidades de lluvias, las actividades eléctricas y el estado del viento.

Lucía lleva 9 años de ser monitora en El Castaño, desde el 2014 estuvo a cargo de la estación pluviométrica de su comunidad y participó en otros sistemas hidroclimáticos. Actualmente, es una de las encargadas de verificar la salinidad del agua de los manglares, la medición de la temperatura y la humedad, y de inspeccionar la cantidad de agua en los pozos comunitarios.

Odilia Lara es una de las monitoras del caserío El Porvenir. La joven es una de las encargadas de la estación pluviométrica de la comunidad. Foto: Emerson Flores

Bajo presupuesto

La prevención y reducción de desastres en los territorios parece no ser una prioridad para el gobierno de Nayib Bukele. Desde su llegada a la presidencia en 2019, El MARN ha venido reduciendo el presupuesto de la Dirección General del Observatorio de Amenazas y Recursos Naturales, así como para el fortalecimiento de la prevención y reducción de riesgos en el país.

El Observatorio se encarga de emitir alertas sobre lluvias, huracanes, sismos y otros fenómenos naturales en El Salvador. Desde esta dirección se brinda información de las condiciones meteorológicas y fenómenos naturales, con el fin de activar a Protección Civil, adscrita al Ministerio de Gobernación y Desarrollo Territorial (MIGOBDT), para que pueda prevenir, atender y evitar tragedias en casos de emergencias climáticas.

En 2020, el MARN asignó al Observatorio $2,779,827. Ese presupuesto se redujo en 2021 a $2,513,570; Sin embargo, este montó tuvo un leve aumento a $2,519,420 en el año 2022. Para 2023, los fondos asignados disminuyeron a $2,446,215. Es decir, entre el 2020 y 2023, los fondos para la reducción y prevención de riesgo tuvieron una reducción de $333,612.

Asimismo, los fondos destinados al fortalecimiento para la prevención y reducción de riesgos disminuyeron en este gobierno. El MARN decidió bajar este presupuesto de $254,230, del año 2022, a $197,725 para el año 2023. Son $56,505 dólares menos que tendrá el MARN para fortalecer las capacidades del Observatorio de Amenazas y Recursos Naturales.

Por otra parte, el presupuesto de Protección Civil bajó de $2,838,245.00, en 2020, a $2,702,960.00, para 2023. Es decir, $135,285.00 menos para la implementación de planes, atención de emergencias y desastres, según detalla el presupuesto del Ministerio de Gobernación.

Tanto el MARN como MIGOBDT redujeron el presupuesto para la prevención de desastres a pesar que el 88.7 % del territorio salvadoreño, en donde se asienta el 95.4 % de la población, se encuentran en zonas de riesgos, señala el Informe Nacional de Estado de Riesgo y Vulnerabilidad 2017. El Salvador figura entre los países más vulnerables del mundo, ya que el territorio experimenta múltiples amenazas.

El higrotermómetro es el instrumento que utilizan los liderazgos de Ahuachapán para medir la humedad y la temperatura en sus comunidades. Foto: Unes
Blanca Nohemí Meléndez, pescadora del municipio de Metalío, verifica los niveles de salinidad del agua del manglar de Garita Palmera a través de una sonda multiparamétrica. Foto: Unes

Sin respuesta

“No tuvimos respuesta de Protección Civil porque la comisión municipal dice que no tienen fondos”, respondió Reyna Vardales, coordinadora territorial de una de las comisiones de Protección Civil en Ahuachapán, tras consultarle sobre el nivel de respuesta que tuvo Protección Civil durante las tormentas Eta, Iota y Amanda, fenómenos que golpearon a El Salvador durante 2020.

Vardales es monitora del municipio de Jujutla y lideresa de la Asociación de Mujeres Jujutlecas y asegura que hay un desinterés de MIGOBDT y de Protección Civil para atender las necesidades de las personas afectadas.

En muchas ocasiones, cuenta Vardales, gestionó ante Protección Civil ayuda para las comunidades, pero las autoridades no brindaron ninguna respuesta.

Las lideresas de Guaymango, Bola de Monte y del Castaño también confirmaron el abandono de las instituciones públicas durante las emergencias suscitadas en la zona sur.

Debido a la falta de respuesta institucional, la ROCC asumió el rol de Protección Civil en varios caseríos y cantones del municipio de San Francisco Menéndez, en Ahuachapán, según afirmó Reyna Vardales.

De acuerdo con Sara Guardado, el gobierno central y las alcaldías dependen de la información que generan los monitores de la red; por ejemplo, sobre las cantidades de lluvias que caen en los territorios, estadísticas de daños, personas afectadas y datos sobre las pérdidas en agricultura, entre otros. 

“No tenemos ningún tipo de comunicación y coordinación con ninguna comisión (de Protección Civil) ni departamental y mucho menos municipal. Aquí es lo contrario. A nosotros se nos ha preguntado sobre la cantidad de lluvias que ha caído. Se les manda la foto del pluviómetro, de las bitácoras que nosotros registramos o de los boletines”, señala Guardado.

Lucia Medina lleva 9 años de ser monitora en la comunidad El Castaño, en San Francisco Menéndez. También hace monitoreo biofísico, medición de la temperatura e inspecciona la cantidad del agua de los pozos.

Monitorear para sembrar

El monitoreo en Ahuachapán no solamente funciona para alertar y salvar vidas, sino que también ayuda a agricultoras y agricultores a saber las temporadas de siembra, según explica María Magdalena del Cid Torres, quien lleva más de una década al frente del sistema pluviométrico de Bola de Monte.

Bola de Monte es una comunidad frente a la costa salvadoreña de Garita Palmera, cerca del punto fronterizo entre El Salvador y Guatemala. En ella viven 137 familias y sus habitantes cultivan maíz, frijol, hortalizas y frutas; también viven de la pesca y de la extracción de molusco en el manglar.

María del Cid reconoce la importancia de los monitoreos, ya que les permite a los agricultores de la zona saber en qué tiempo cultivar. En pocas palabras, la producción de alimento en Bola de Monte depende, en cierta medida, de la información y las alertas del monitoreo que ella hace en la comunidad.

“En el caso de la tormenta Julia, que fue en octubre de 2022, nosotras estábamos en el monitoreo y ya sabíamos que iban a venir fuertes lluvias. Se avisó a la comunidad de ese fenómeno; los agricultores lograron sacar sus cosechas de maíz antes de que se les inundara. A través del conocimiento que nosotros hemos aprendido damos a conocer a la comunidad en cuánto está la humedad en los suelos, cuándo puede ser la siembra y cuándo no”, detalló la lideresa.

Los cambios son notables desde que inició el monitoreo climático en Bola de Monte, asegura María del Cid. Ella desconocía en qué momento de la época de invierno debían sembrar los agricultores. Ahora es diferente. Si llovió durante tres días consecutivos, no se puede sembrar por la escasa humedad en la tierra. Pero si las lluvias caen por más de 15 días, es un buen momento para la siembra de semillas, según explicó.

“Como mujer, desconocíamos estos temas porque siempre nos manteníamos en casa. No sabíamos de la agricultura ni del cambio climático. Ahora, todo eso lo sabemos”, afirma con orgullo.
El sistema hidroclimático y el funcionamiento de la ROCC permitió la elaboración del Plan de Adaptación al Cambio Climático en San Francisco Menéndez, documento que se trabajó entre 2021 y 2022 con grupos focales comunitarios y la alcaldía del municipio, según explicó Miguel Urbina, coordinador de la Mesa por la Sustentabilidad del Agua de la zona sur de Ahuachapán y técnico de UNES.

Asimismo, se elaboraron estudios de diagnóstico y directrices de escenarios climáticos en la microcuenca del Aguacate y San Pedro Belén. y El Naranjo. Gracias a una capacitación sencilla y precisa, la coordinación con las comunidades y su población, zonas de alto riesgo por cambio climático están logrando prevenir y revertir los efectos adversos de los fenómenos naturales que produce.

Lucía Medina es una joven de la comunidad El Castaño, en San Francisco Menéndez, que se encarga del monitoreo pluviométrico. Foto: Emerson Flores

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