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 2706-5421

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Óscar Picardo

Milagros…

En el estudio sobre religión realizado recientemente por “Canisius College de New York con apoyo de la UFG” (2022) un 94.9% de los encuestados manifestaron creer en milagros; en efecto, en una sociedad tan creyente y religiosa, los milagros son parte del paquete epistemológico de creencias.  

Un milagro suele definirse como un hecho que no puede ser explicable por leyes científicas o naturales; tales eventos se atribuyen a un ser sobrenatural (especialmente una deidad), magia, un hacedor de milagros, un santo o un líder religioso. Muchos teólogos, pastores o sacerdotes indican que estos eventos son prueba de la divina providencia o de la predestinación divina. 

De manera cotidiana, el concepto milagro se utiliza para caracterizar cualquier evento beneficioso que sea estadísticamente poco probable pero no contrario a las leyes de la naturaleza, como sobrevivir a un desastre natural, o simplemente una casualidad, independientemente de la probabilidad, algunas coincidencias pueden verse también como milagros. 

En el caso del huracán Julia, el gobierno decretó un día de oración previo a la llegada del evento climático; luego se debilitó y pasó a ser tormenta tropical -seguro por el paso por zonas montañosas y por condiciones típicas climáticas- y luego muchos llegan a la conclusión de que esto fue un milagro o una providencia especial por el poder de la oración… 

La palabra milagro, tiene su origen en el latín miraculum, palabra derivada del verbo mirari, que significa “admirarse” o “contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción”. En el mundo medieval llamaban miraculum a aquellas cosas prodigiosas que escapaban a su entendimiento, como los eclipses, las estaciones del año, las tempestades y otros fenómenos naturales. En la tradición cristiana se emplean los términos sobre, contrario a, y fuera de la naturaleza. 

Los milagros implican una oposición directa del efecto realmente producido a las causas naturales en acción; así Espinosa llama al milagro una violación del orden de la naturaleza; o Hume dice que es una «violación» o una «infracción»; aunque en la taxonomía de milagros los  hay por encima o fuera de la naturaleza. Que el burro de Balaam hable, que el hacha de Eliseo flote, que los tres jóvenes no se hayan quemado en el horno según el libro de Daniel, que Jesús camine sobre las aguas o que Lázaro haya resucitado, son infracciones a las leyes naturales ocasionadas por Dios a través de un  “Dynamis” o poder extraordinario… etiquetados en la biblia como: «dedo de Dios» (Ex. 8,19; Lc. 11,20) o «mano del Señor» (1 Sam. 5,6). 

¿Por qué o para qué sirven los milagros? Según la tradición cristiana: a) evidencias que acreditan y confirman la revelación o misión de Dios; b) dar fe de la verdadera santidad; c) beneficios o favores espirituales o temporales. Pero, si Dios es bueno ¿por qué algunos se benefician y otros no…?, ¿por qué oran más?, ¿son mejores creyentes?, esto es demasiado difícil de responder. 

En todas las religiones, principalmente las históricas: budismo, islam, judaísmo y cristianismo existen experiencias trascendentes y registros de hechos milagrosos: Curaciones, apariciones, resucitar muertos, caminar sobre las aguas, elevarse o levitar, vencer a enemigos apoteósicos, multiplicar alimentos, generación  agua, detener un hecho natural, castigos, etcétera. 

Desde los aportes de Tomás de Aquino, en la Suma Teológica en el siglo XIII, el cristianismo ha definido el milagro como “algo hecho por Dios más allá de las causas conocidas por los hombres”; en el mundo católico, a través de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes (36,2) del Concilio Vaticano II se intentó conciliar las verdades científicas o naturales con las teorías creacionistas bajo el siguiente principio de ciencia y fe: “La investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios”. 

Desde Guillermo de Occan, pasando por David Hume o Augusto Comte, hasta llegar al apogeo de la ilustración y al positivismo, e inclusive a los planteamientos más contemporáneos de Karl Popper, se ha construido un sólido aparato de escepticismo científico frente a los milagros; la ciencia con su método busca comprobar los hechos, y siempre habría una explicación. 

Una carga histórica de antecedentes míticos, mágicos, supersticiones, creencias, casualidades y hasta fuerzas psicológicas, aparecen detrás de muchos milagros. Incluyendo el uso político de la religión y de Dios para fines perversos. La historia también está plagada de hechos abominables utilizando a Dios o la religión para perpetrar o interpretar sucesos, las guerras santas o sagas de inquisidores;  Pio V, su Liga Santa y la Virgen del Rosario en la batalla de Lepanto; la emblemática sentencia de Hugo Chávez: “Jesucristo fue el primer socialista y Judas el primer capitalista”; entre muchas otras. La religión ha sido y sigue siendo un instrumento de la política… 

Tal como anotamos en “Dios en la política (y la política en Dios…)”: “La relación entre lo político y la trascendencia siempre suele ser un tema perplejo. Para bien o para mal, desde los modelos teocráticos, pasando por el uso instrumental e ideologizado de Dios hasta la reflexión teológica sobre la realidad, las cosas no suelen terminar muy bien”.  

Al final, para no entrar en polémicas y debates, los milagros son una interpretación muy personal de ciertos hechos basados en la fe del individuo, los cuales a veces se puede colectivizar. Valga la aclaración, que en no pocos casos, existen potentes fenómenos psicosomáticos, que suelen regular y/o modificar algunos patrones de ciertas enfermedades; pero esto es ciencia. También en el inventario de posibilidades aparecen juntos las casualidades y la ignorancia. Cuando desconocemos ciertos hechos naturales, matemáticos, físicos, químicos o científicos, podemos atribuir los resultados a un hecho milagroso. 

Cada quién podrá hacer su lectura exegética desde su fe o agnosticismo; mientras unos leen modelos matemáticos climatológicos otros leerán la biblia o harán oración. Cada sociedad decide o construye su propio destino y le dará más o menos peso a milagros o hechos científicos. 

Por cierto, que casualidad, en el evangelio del día 10 de octubre de 2022 (Lucas 11, 29-32) señala: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás…” 

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.  

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