Gabriela Michelle Vásquez Morales
Estudiante de la facultad de Ciencias Económicas/ Administración de Empresas.
ODS y el medio ambiente en El Salvador
Según mi experiencia, por medio del proyecto de servicio social que escogí, obtuve conocimientos que ahora me siento muy orgullosa de tener en mente.
Aprendí tanto estadísticamente, con ejemplos vivaces de la realidad, de cómo el medio ambiente es un recurso indispensable para nuestro existir. Noté cómo pensamos que botar basura es de poca trascendencia y lo inútil que es para muchos de nosotros contribuir con pequeños pasos a la prevención de contaminación ambiental.
Ecología y economía tendrán que ir de la mano, lo cual no es sólo factible, sino perfectamente lógico, siempre que no entendamos esta última como mero mercantilismo monetario y/o «el negocio del desarrollo sostenible» (ONU, 1992).
No se trata pues de buscar provecho inmediato, en primera instancia, sino que en propio interés de la humanidad debemos garantizar y minimizar todo tipo de riesgos en la travesía (Mayor Zaragoza, 1992; Morin, 1993). Desde mi punto de vista, aprendí que una acción, por más sencilla que sea, en pro del medio ambiente, hace que mi familia y mis allegados tengan una mejor calidad de vida, que la economía se alce hacia estándares más altos, que muchas personas se sustentan ellas mismas y a su familia por medio de mi pequeña e insignificante acción.
Vivimos en una era de globalización, en donde se hacen Tratados de Libre Comercio o lazos entre muchos países para generar una mayor economía, sin embargo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sirven para contrarrestar todas las actividades nocivas para los recursos que se emplean para fortalecer una economía sustentable, que no nos afecte de forma directa o indirecta por medio de anomalías en el clima o desastres naturales. En mi investigación ejecutada, aprendí sobre mi país, El Salvador, cómo la vida de los ecosistemas terrestres es abundante en nuestro pequeño territorio, lo necesarios que son para nuestra supervivencia y cómo contribuimos a su respectiva destrucción.
Nuestro país es basto en ecosistemas terrestres, con recursos naturales que sirven de alimentación, de medicamento y de desarrollo sostenible no solo para personas de escasos recursos o de clase media, sino también para grandes corporaciones que dependen de dichos recursos para su subsistencia. La verdad admiro cómo El Salvador se ha vuelto una región que posee una legislación ambiental sólida por medio del ente gubernamental llamado Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN). Gracias a esta preocupación por el desarrollo sostenible, no solo para las personas por medio de la erradicación de la pobreza o por la igualdad de género sino para todos los seres vivos en general, sin distinción alguna, nosotros podemos tener más armonía con la naturaleza.
Soy una futura profesional en el área de Administración de Empresas, y este proyecto me enseñó a ser una líder que promoverá la responsabilidad social en mis futuras funciones a desempeñar, a que tanto para mi familia, para mis empleados, como para toda persona que tenga un saber de mí, le sirva de ejemplo para cuidar no solo de mis subalternos, sino que, de toda la sociedad, contribuyendo a tener buenas prácticas, incentivar a todos a que una acción es muchísimo más grande que la más enorme intensión, que las palabras son algo intangible que se desvanece al momento de decirlas, pero que con el mínimo de acciones se hace un cambio en el que todos notemos la diferencia.
Esto antes no se daba en ninguna parte, solo nos concentrábamos en el consumismo y todos los beneficios que nos dan a conocer las diferentes entidades sin importar como afectaba nuestros intereses, de donde se sacaban esas ventajas y cuan desastrosas serían esas consecuencias a futuro. En nuestro país ya es un hecho concreto la reducción de ecosistemas, por la natalidad acelerada o por la necesidad de urbanizar todo espacio del que se adueñen, menospreciando los diferentes recursos que se desecharán para crear cualquier edificación para la humanidad; también es un hecho el maltrato animal, la caza excesiva o el tráfico de fauna silvestre, producto de esto, algunas especies ya están extintas en nuestro país; ya no se mira al águila crestada por nuestro cielo azul, ni al tapir en los diferentes bosques, o al jaguar en las diferentes áreas naturales debido a los accionares que nos demuestran lo subestimada que tenemos a la madre naturaleza, pero lo crucial y lo más caótico de la situación son las consecuencias que todos los actos que empleamos se nos revierten a nosotros mismos.
Pondré un ejemplo muy consistente, que es una realidad y que, en la actualidad, todavía somos víctimas de ello, siendo nosotros en realidad los victimarios de este hecho que probablemente quedará para la historia de la humanidad: El COVID-19. La salud de nuestro planeta también desempeña un papel importante en la aparición de enfermedades zoonóticas, es decir, enfermedades que se transmiten entre animales y humanos. A medida que seguimos invadiendo los frágiles ecosistemas, entramos cada vez más en contacto con la flora y fauna silvestre, lo que permite que los patógenos presentes en las especies silvestres se propaguen al ganado y a los seres humanos, lo cual aumenta el riesgo de aparición de enfermedades y de amplificación.
El COVID-19 fue una consecuencia bastante dañina, ya que nos generó muertes de uno de nuestros familiares, amigos, vecinos, etc., nos dejó confinados como animales de zoológico, no podíamos ni salir de nuestras casas por el temor no solo de contagiarnos nosotros, sino también de provocar un daño a las personas con las que teníamos contacto, es la pandemia que dejará una huella negra en nuestro ciclo de vida, pues generó el impacto más negativo en la economía, en primera hipótesis porque en una región se alimentaron con animales que no debían; nosotros al invadir un hábitat natural, nos encontramos en un terreno desconocido, donde no sabemos a lo que nos enfrentamos, si es para bien o para mal, y no solo nos metemos con algo desconocido, sino que lo usamos para comercio, alimento o para producir bienes y servicios, que al final causa una destrucción masiva de los recursos naturales, de los cuales nos servimos y abusamos de ellos, pero qué si no existieran, en realidad nosotros somos los que estaríamos ya extintos. Ya llevamos más de un año temerosos de juntarnos con otras personas, saliendo a trabajar expuestos y vulnerables al contagio, no pudiendo ni siquiera visitar o abrazar a los que amamos, ni siquiera podemos cumplir nuestro día a día de una forma normal. La mascarilla se ha vuelto un accesorio indispensable para la protección de nuestra salud, el alcohol gel nos previene de un contagio por medio de la piel, en el caso de mi familia, utilizamos ropa que cubra nuestras extremidades, en fin, muchos cambios que no nos imaginábamos. El medio ambiente, que conforma los diferentes tipos de ecosistemas, es nuestro medio de ser, sin estos recursos que nos proporciona la naturaleza fuera imposible maximizar niveles de vida. Todos somos seres con libertad, pero esa libertad la debemos mantener con responsabilidad, partiendo de nuestra primera escuela que es nuestro hogar, si nuestros padres no tienen el buen habito o costumbre de impartirnos educación ambiental debe ser tarea del Estado fomentar la cultura ambiental por medio de organizaciones, programas, diferentes tipos de propaganda, acciones como la plantación de árboles, plantas o flores; no obstante es en la actitud individual que se reflejara la acción colectiva. Debemos servir de ejemplo para las demás generaciones, ya que la tierra es una herencia sagrada que Dios nos dejó como regalo para que tuviéramos vida en abundancia.
Para concluir quiero hacer un llamado a todos los seres humanos que tenemos intención de cambiar, pero lo dejamos siempre para mañana: la vida es algo que, así como se da, se quita de la noche a la mañana; lo más esencial es que recuerden a una persona por ser hermosa en alma y corazón, que sea carismático y misericordioso con sus semejantes.
Los ecosistemas terrestres nos muestran incontables maravillas, que nos muestran un mundo natural y lleno de brillantez, que ha sido descolorida gracias a la acción humana. Existen muchas formas de proteger al medio ambiente, previniendo su contaminación a toda costa, principalmente teniendo valores que representen a un individuo que realiza acciones como las tres R: rehacer, reusar y reciclar; desde la mínima acción como no botar la basura en la ventana de un bus o carro, guardar en la cartera un envoltorio para cuando se llega a casa y tener la satisfacción de que ese desecho no será uno de los agentes causantes de desastres de ninguna clase.
Esa es la importancia que radica en el reaccionar, accionar y en el concientizar a las personas desinteresadas, para construir un mejor universo, con un futuro sustentable para millones de familias que en cierto tiempo pueden verse afectadas por mentes cerradas, egoístas y consumistas. Siento mucha admiración por las empresas como restaurantes que ya no dan pajillas con las bebidas, que utilizan papel sanitario y servilletas ambientales o las diferentes librerías que aportan cuadernos con papel reciclable. Somos humanos racionales, que pensamos y actuamos según nuestros instintos, pero tenemos el sentido de diferenciar entre lo correcto o incorrecto. Lo preocupante de la situación es que sabemos que nuestras acciones están tomando un lugar en el que estamos perjudicándonos a nosotros mismos, pero no tomamos cartas en el asunto, es de personas verdaderamente intelectuales, valientes y fuertes hacer algo al respecto por nuestro planeta, ser voluntarios en ayudar a especies que no se pueden defender y que si lo hacen su efecto es la muerte. Dios nos creó, es verdad, pero antes de crearnos a nosotros hizo los recursos naturales, pues en su infinita sabiduría sabía que, sin los ecosistemas, sin la vegetación y sin la fauna simplemente los extintos fuéramos nosotros.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Zaragoza, M. (1992). Morín (1993). Medio Ambiente y desarrollo. Santo Domingo. Centro Cultural Poveda. http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Republica_Dominicana/ccp/20120801053408/med ioamb.pdf