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 2706-5421

Wilson Sandoval

Parte VII: Deliberación y participación para una América Latina inclusiva

Comparte disruptiva

Sección tercera: Hacia un modelo democrático incluyente

Como antes se puntualizó, un primer desafío para un modelo incluyente radica en que la ciudadanía pueda participar y deliberar en aquellas decisiones que se ven ejecutadas en políticas públicas, esto significa desde una lógica simple que el mecanismo para contrarrestar la exclusión es la inclusión. No faltaría encontrar objeciones desde esta consideración e incluso sería pertinente cuestionar la inclusión con la siguiente pregunta: ¿Qué justifica proponer esfuerzos de inclusión en la democracia actual de América Latina? La respuesta se encuentra en que buena parte de la población se encuentra excluida de alcanzar una buena vida humana no solo por el obstáculo que la pobreza les implica, sino que como ya antes se expuso es el mismo modelo democrático que se erige como excluyente con las restricciones de participación de la ciudadanía en las decisiones políticas, generándose así una amalgama de obstáculos por sortear y en la que claramente los grupos más vulnerables son los que parten con desventaja ya que después de todo, la igualdad que la democracia pregona no es más que formal, encontrándose que unos son más propensos que otros a alcanzar una buena vida humana en razón de sus capacidades y carencias. 

Ahora bien, para lograr mayor inclusión en un modelo de democracia en donde la participación y deliberación de los ciudadanos es totalmente contraria e incluso posiblemente la sola idea de valorarse puede quedar tachada de populista por los defensores de la democracia liberal, se requiere una inclusión con cierto balance, que por una parte mantenga vigente los valores de la democracia procedimental como lo son el voto y las elecciones pero por otra, que pueda llevar a una participación y deliberación acorde con la aspiración de libertad frente a la pobreza. También deben nivelarse expectativas en cuanto a las implicaciones de promover la inclusión. Por ejemplo, sería desproporcional considerar que con mayor inclusión se logrará suprimir a las oligarquías que ostentan el poder o devolver el poder al pueblo bajo el concepto idealista y romántico de “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. 

Sin mayor esfuerzo se podría tender a pensar que la inclusión se podría alcanzar en grandes proporciones proponiendo implementar en la actualidad a la antítesis de la representación delegada en los políticos profesionales que vendría a ser la democracia directa junto con la recreación de las instituciones de una democracia antigua en la cual los que ostentaban la calidad de ciudadanos participaban directamente en las decisiones conciertes a los asuntos públicos. Esta idea no es para nada reciente, ya Rousseau afirmaba que la soberanía no podía ser representada (Rousseau, trad. 2003:161). En el mismo sentido con relación a la representación afirma: “El pueblo inglés cree ser libre, y se engaña; porque tan solo lo es durante la elección de los miembros del parlamento, y luego que estos están elegidos, ya es esclavo, ya no es nada” (Rousseau, trad.2003: 161).  

Así la postura de uno de los exponentes de la democracia moderna se tiene por contraria a la representación en alusión a la posibilidad de una democracia directa que vendría a ser la verdadera democracia. Sin embargo, esto no es tan sencillo de replicar en la actualidad y es que las dimensiones actuales de los Estados-nación en términos de población, distan de manera desproporcional de lo que en la antigua Grecia se consideraba como la comunidad política (Ciudades-Estado), por lo que parece remoto configurar un mecanismo que pueda replicar la participación directa a tal nivel (Bobbio, 1984).  

La inclusión entonces no puede pasar por maximizar la participación y deliberación siguiendo los lineamientos de una democracia al puro estilo clásico. Sin embargo la integración de la democracia representativa y la democracia directa no es tampoco algo imposible considerando la existencia por ejemplo del referéndum en algunas constituciones de América Latina, pero únicamente para ciertos casos excepcionales o extraordinarios, lo cual a pesar de representar un forma directa de participar es limitada a determinadas circunstancias y no parece tener la constancia para fomentar una inclusión progresiva o amplia entendida como procesos de participación y deliberación en la determinación de políticas públicas, en especial teniendo en cuenta lo difícil que sería que un Estado lleve a cabo referéndums casi a diario para así echar a andar el proceso en cuestión. De esta forma pueden tenerse dos conclusiones, una que la inclusión no puede ser desde una apreciación totalitaria de la democracia y por otra parte, puede ser posible una convivencia entre democracia representativa y directa.  

Continuando con la revisión de los antecedentes teóricos en la concepción de una mayor participación y deliberación, es necesario también considerar una discusión clásica a partir de la siguiente pregunta: ¿Democracia procedimental o democracia sustantiva? Ya antes se describió ampliamente a la democracia procedimental como una de las versiones de la democracia liberal, predominante en los países occidentales y en la región de América Latina, por lo que no es conveniente entrar nuevamente en detalles de esta para evitar redundar, por lo que ahora conviene centrarse en comprender a la democracia sustantiva en el contexto de la búsqueda de una ciudadanía con la oportunidad de recrear procesos participativos y deliberativos. 

El punto de partida de una democracia sustantiva es que se proyecta más allá del agotamiento del mero procedimiento, fundada en el reconocimiento político de una dignidad propia del hombre y una igualdad no formal como lo supone la democracia procedimental (igualdad formal donde el otro no puede ser más humano), sino que una igualdad fundada en el reconocimiento de lo que es humano, una igualdad sustancial donde el ciudadano “x” es igual al ciudadano “y” porque comparten algo que los distingue en cuanto a seres humanos que es su naturaleza siendo esto lo que prima sobre las diferencias y no pretende negar diferencias sino que de lo contrario, busca superar tales diferencias. La democracia sustantiva no busca suprimir las reglas o procedimientos como el voto y las elecciones, pero pretende que prevalezca la razón sobre las pasiones y a la vez, que el interés común prime sobre los intereses que son particulares, mientras que en la democracia procedimental no importa más que votar sopesando cualquier racionalidad y educación cívica, ya que el sistema mismo se encarga de todo sin importar las cualidades de los agentes políticos.  

Por último, la democracia sustantiva concibe un vínculo social que no está fundamentado en reglas, sino que en una comunidad que ha sido tejida por la historia y que sirve de sustento para una sociedad fuerte (Benéton, 1995). Todo lo anterior parece plantearse como un ideal de una democracia que llevaría a producir un orden justo e igualdad basada en la dignidad natural del hombre. Algo que resulta sumamente interesante para efectos de buscar la inclusión, es que la democracia sustantiva apela a una participación racional, no limitando así su participación a la espera de que el sistema resuelva las decisiones basadas en únicamente dar lugar al cumplimiento de las reglas formales, esto sin duda alguna supone un primer paso para la inclusión, desde el punto de vista de que la participación se ve ampliada al superar las barreras de lo procedimental.